Desde tiempos inmemoriales,
aquellos en que la raza humana comenzó su evolución y luchaban por adaptarse a
esta su tierra, su planeta, comenzaron a presentarse como en cualquier superficie
parte de una región y ecosistema, diferentes padecimientos, enfermedades,
plagas y en el peor de los casos las propagadas virales pestes que pasaron
factura en demasiadas ocasiones, a la postre convertidas en victimarias de
civilizaciones enteras recién conformadas y luchando por su encuentro y empatía
con la naturaleza, víctimas de una fría ley de selección natural. Como
consecuencia de la misma ley, pretensión de perfección biológica que la
naturaleza prevé para los animales, especialmente para su más sublime raza
humana, los mismos fueron adaptándose y creando verazmente diversos anticuerpos
de manera prácticamente involuntaria, solo con el cuerpo como aliado, para
posteriormente y con la ayuda del intelecto, el sentido común y la costumbre hallar
un sinfín de antídotos para poder combatir y sobre llevar todo este tipo de
males.
Los males antes citados
no estaban inertes, esos agentes fueron evolucionando, esbozos de avance
encaminados a la destrucción cada día más severa, ampliando sus áreas de
ataque, y ganando la fuerza necesaria para vulnerar esas barreras, cada día más
fuertes y difíciles de penetrar. Históricamente han existido el bien y el mal,
al unísono también progresando hacia su evolución, hasta no comprobar quien es
mejor, quien es peor. Podría pasar años citando batallas, victorias, derrotas y
puntos ya sea para el bien y el mal, pero ¿podemos decir con total certeza que
conocemos origen y naturaleza del bien y el mal? Para efecto de economía y
simpleza en la narrativa, dejémonos llevar por los dogmas establecidos
social-culturalmente para la identificación y comparación de estos polos
opuestos, el práctico efecto de lo negativo y lo positivo. Regresando a las
plagas, los padecimientos y enfermedades antes mencionadas, cabe destacar que
se ha hablado únicamente de aspectos de índole físico-corporal, ignorando
deliberadamente la creación de antídotos y medicinas hasta ahora escasas para
remediar nuestra sin duda peste más vehemente, aquella que se encarga de
atrofiar la mente. Algunas personas no concordarían con el hecho de pensar en
la “positividad” de algunas enfermedades para control poblacional, creación de
anti cuerpos y sobre todo selección natural, pero para efectos prácticos y
científicos estos males son en ocasiones más contributivos que dañinos
(pensando de manera inocente, tomando en cuenta que son parte de la naturaleza
y no surgimientos premeditados por el hombre y las grandes corporaciones) ya
que han engendrado una raza y humanos más fuertes, longevos e ideados
fisiológicamente para el desgaste y los mismos vicios de que se ha rodeado y
constantemente alimentado la especie en general a lo largo de un siglo XX lleno
de historias, me atrevería a decir que no le faltó alguna. Podríamos entonces
aseverar con certeza y una ligereza abrupta que somos una sociedad que padece
de males curables a excepción de algunos monstruos virales que inevitablemente
coartan existencias vitales para personas, sociedades o humanidad en sus
extraordinarios casos, pero ¿Es nuestro cuerpo lo que realmente está muriendo?
La historia
generalmente narra
eventos, poniendo una fecha de inicio y otra de término, como si hubiera
realmente perecido ahí el espíritu del acontecimiento, aseverando que el mal,
el imperialismo, la conquista, la destrucción, ambición y sed de sangre
hubiesen desaparecido. No tengo quizá un punto de vista psicológico pero me
parece que sigue siendo la más escasa de las curas la de remediar o al menos
aliviar el intelecto, esta que fácilmente se envicia, bloquea, y hasta
predestina al fracaso y a su hemisferio recto, totalmente cuadrado e
infranqueable hacia sus nuevas teorías a pesar de la educación tan constante y
temprana.
Después de un prólogo de
los males y al parecer haber logrado una escueta pero razonable clasificación,
se debe ahondar en el hecho de nuestro mal mental, como país, como continente y
como humanidad. Se ha transmitido la guerra, la conquista la ambición a lo
largo de la historia mundial y voltear a mirar los conflictos internacionales
actuales solo serviría para reafirmar la hipótesis previa de un mundo en herencia
de los males y preocupado por banalidades y por asuntos de cualquier índole,
siempre y cuando se logre el objetivo de encajar en sociedad, aunque sea esta
una conjunción “civilizada” enferma, caótica o podrida por dentro, la
adaptación ya no es dentro de un ecosistema, si no de un modelo de
comportamiento que se construyó piedra por piedra por la ignorancia y
conformismo de todos y cada uno de nosotros. Este es nuestro legado, es nuestra
herencia, armas que no destruyen una extensión de terreno pero si una
conjunción de sistemas inmunológicos, explosiones que no aletargan cuerpos ni
cosechas, si no capas cerebrales condenándolas a la embolia intelectual,
sistemas que no solo simplifican la vida, sino más bien la automatizan,
educación que no pretende ejercitar y brindar el deseo de conocimiento, sino
más bien el entrenamiento para adaptarte a las reglas. Estas son las grandes
armas con las que hoy en día contamos y aun así parece que no es suficiente
pues los “Tesoros no Renovables” deben disputarse de otro modo entre caprichos
de jefes de Estado. No podría hablarse de una plaga, la peste seríamos
nosotros, tampoco puedes ir en busca de tu salvación sin ser juzgado y reprendido,
¿Hasta cuándo vamos a remar todos juntos contra la corriente? Más aclarado no
puede estar que con unos cuantos no será suficiente, quizá solo podamos
aprender a hacernos a un lado y estar preparada contra los ataques, disminución
de ira y adopción de positividad ayudarían en demasía, pero ¿No existen males
milenarios con los que podríamos fácilmente terminar? Como pueblo Mexicano
seguimos siendo malinchistas, indiferentes, orgullosos y envidiosos… En un
renglón descriptivo y limitante, porque hace 500 años éramos libres de una
conquista, y ¿quién no se siente conquistado? 200 años y ¿quién se siente
independiente? 100 años y díganme ¿Quién cree que no es necesaria nuestra
revolución? No podremos utilizar los mismos métodos y debemos estar conscientes
de que es eso que enfrentamos, pero hasta que no brindemos la mano al paisano,
al que en algún modo es tu hermano, hasta que no tengamos el valor de darle la
espalda un día a quien nos la da todo el año, hasta que perdamos el miedo y
recuperemos el respeto por nosotros mismos… Hagamos como podamos y sigamos en
un coliseo, donde nos disparemos unos contra todos mientras una parcialidad se
divierte en las gradas del escenario, ideando nuevas armas con las que sea más
entretenida nuestra putrefacción.
VEDCI...
No hay comentarios:
Publicar un comentario